Ella aún recuerda aquella mañana del 17 de junio de 1970, como si fuera ayer, cuando inició con mucha ilusión sus labores en la Universidad de Piura. Hoy, después de 51 años, Olga se jubila.
Por Koko Zavala. 15 septiembre, 2021.En un emotivo acto, realizado en la sala del Consejo Superior, María Olga Gutiérrez Durand recibió el reconocimiento del rector Antonio Abruña, por su entrega y dedicación mostradas durante sus 51 años en la Universidad de Piura. “Esta es tu casa y puedes regresar cuantas veces lo desees. Tus amigos te esperamos”, le dijo, al entregarle un escudo de filigrana de la UDEP.
En su mente aún resuenan las primeras instrucciones de Beatriz Podestá, secretaria del rectorado en 1970, quien le hizo una entrevista ‘aterradora’ de ingreso, que siempre agradeció: “trabajarás como secretaria de biblioteca. Tienes que ser muy rápida, solo contamos con 10 minutos del cambio de hora, y tenemos encima una avalancha de alumnos que llegan a pedir y devolver libros”. Era un trabajo para una persona rápida, despierta, “mosca”, como dicen los chicos de hoy. Y ella sí que tenía esos atributos.
Hoy, después de 51 años y de haber cumplido su sueño de celebrar las Bodas de Oro de la UDEP y sus Bodas de Oro en ella, Olga iniciará una nueva etapa, en la que disfrutará de más tiempo libre, aficiones, ocio y amigos.
En el acto de despedida, expresó: “como dice la canción, todo tiene su final…, pero esta jubilación es el final de una etapa que inicia otra, para desarrollar nuevos proyectos. Volveré de vez en cuando para reencontrarme con mi segunda familia”, anotó.
Crecieron juntas
Olga creció con la UDEP y tiene también mucha historia que contar. ¿Cómo eran los primeros tiempos? “Las secretarias hacíamos de todo y bien: sin computadoras, sin Internet, sin máquinas sofisticadas. Los cambios se fueron dando, hasta entrar en la era de las innovaciones tecnológicas. Mi primera jefa, Cecilia Rey, fue también una amiga y compañera de quien aprendí mucho como a nunca presentar un trabajo sin revisarlo antes, pues eso acarrea molestia y pérdida de tiempo”.
En estas cinco décadas, Olga se desempeñó con la eficiencia y seriedad, propias de quien no descansa hasta sentir la satisfacción del deber cumplido y cerrar la jornada con un café negro y un cigarrillo. Sus compañeras la veían como una mujer enérgica, que imponía mucho respeto, pese a su baja estatura. Sin embargo, dicen, es también un pan bueno y relleno de anécdotas y bromas que hacían desternillar de risa a cualquiera. “Pese a su ‘aparente dureza’, esconde un corazón lleno de ternura, capaz de dejar todo cuando se compromete en una causa”, dice Gelina Agurto.
Como parte de su ser, no podemos dejar de mencionar que era y sigue siendo una apasionada de la música. Su melodiosa voz, con registros de una soprano, despertaron el aplauso en las veladas artísticas que se realizaban en nuestro campus. Con una reconocida agrupación coral recorrió varios escenarios locales y nacionales.
“Hice camino al andar”
Los primeros programas académicos (Administración de Empresas, Ciencias de la Información, Ciencias de la Ingeniería e Ingeniería); el Instituto de Hidráulica, la Oficina de Prácticas y Exámenes; y la jefatura de Librería, en la que se desempeñó hasta hoy, fueron testigos de su fuerte compromiso con el trabajo. “Mi paso por cada uno de ellos fue enriquecedor, en conocimientos, afianzando mi capacidad de trabajo y, lo más importante, la universidad fue metiéndose en mí como yo en ella, al punto de considerarla como mi segundo hogar”.
Lo que aprendió muy bien fue el significado de las palabras: orden, puntualidad y exigencia, que aplicó en el día a día. “Aunque en la época que tuve a cargo la Oficina de Prácticas y Exámenes, algunos profesores se contrariaban conmigo, creo que llegaron a entender mi aspiración de hacer las cosas bien y, que yo recuerde, nunca tuve una queja por hacer mal el trabajo”.
Sobre esta época, Rosa Ruiz recuerda: “teníamos un cronograma de entrega de los originales de prácticas o exámenes para reproducirlos y tenerlos listos. El padre David Chong siempre se retrasaba. En una oportunidad, tocó la puerta y al abrirla, el padre David entró de rodillas cantando “Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo…Olguita bien seria, no se rio. Le pidió que se pare y que sea más puntual. Por supuesto, que reprodujimos la práctica”.
Su sentido de la lealtad y de la justicia también la caracterizaban. “Nos conocemos hace más de 30 años, y puedo decir que tu coherencia de vida, el sentido de justicia y amor por el prójimo lo sostiene el amor a tu ‘Gringa’ como llamas a la Virgen María”, le dijo Mirella Zapata, cuando cumplió sus 50 años en la UDEP.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Estos versos de Machado los he vivido, dice Olga. “El camino lo hice al andar, por estas veredas, por los pasillos, por las oficinas, compartiendo momentos gratos (alguna vez ingratos) en esta gran familia. Con la jubilación no me despido, porque no quiero perderme la alegría y la emoción de un reencuentro cuando me toque regresar a esta, mi casa”.
Cada día se aprende algo más
“Aprovecho este momento de reflexión, para enviar un mensaje a las actuales y futuras generaciones de colaboradores de esta universidad: para estar aquí por mucho tiempo, no solo se necesita ser buen profesional, aprender cada día, asumir retos, ser eficientes, sino también ser honestos en cada acto de la vida personal y profesional, ser buenas personas”, anota Olga.
“Agradezco a las autoridades de ayer y de hoy y a todas las personas que conforman esta gran familia udepina, por haber depositado su confianza en esta servidora a lo largo de estos años”, dijo hace algunos meses.
Hoy, agrega: “vivimos momentos difíciles y, hoy más que nunca, siento la presencia de Dios en nuestra universidad, guiando a sus autoridades a tomar buenas y generosas decisiones para con sus colaboradores. Por ello, animo a mis compañeros a ser solidarios y remar en la misma dirección, pues estamos en el mismo barco”.